La visión crítica de Jorge Villacorta sobre Gustavo Gracey

Por Jorge Villacorta Chávez

Gustavo Gracey es un artista peruano que construye su obra día a día con intensidad y constancia, como quien escribe un diario personal a través de la pintura. Su trabajo nace desde la espontaneidad: el gesto que chorrea, la elección nerviosa de los colores, y las afinidades con una poesía que brota del amor, la amistad y la música que devuelve el cuerpo al alma.

Su trayectoria, aunque cercana al neoexpresionismo —corriente presente desde los años 80—, desarrolla una riqueza propia, un mundo exultante que se reafirma sin interrupción

Introducción

A sus cincuenta y tres años, Gracey se sumerge en el taller como en un baño de atmósferas imaginadas. Allí mezcla escenarios actuales con ficciones personales, convirtiendo el espacio en un laboratorio emocional donde el cuerpo parece desdoblarse en múltiples presencias.

En este entorno sensible y preciso, la pintura se convierte en imaginario expansivo, signo palpable y experiencia mental.

“La pintura se erige como un imaginario abarcador, sensible y palpable.” – Jorge Villacorta Chávez

El Gesto Vivo

Gracey pinta con hambre de vida. Sus obras, aunque atravesadas por distintas etapas, conservan siempre un brío y una valentía que afectan al espectador sin reservas.

Posee un pensamiento pictórico “en caliente”, articulando espontaneidad y dominio técnico en una operación íntima y automática.

Con los mismos recursos es capaz de:

  • Crear constelaciones de elementos flotantes
  • Sugerir presencias humanas ambiguas
  • Dibujar con pintura líquida que viaja por el aire
  • Convertir una línea en vibración, temblor y energía

Todo ello elimina la frontera entre figura y abstracción, dejando al espectador ante un universo simultáneo.

El flujo visual de su pinturas

Esta sección permite mostrar cómo el gesto de Gracey ocupa el espacio. Su pintura líquida traza líneas fluidas que parecen surcar el aire, cayendo sobre el soporte como impulsos cargados de energía.

Su obra es testimonio de una visión encendida, donde la materia se mueve con la misma libertad que el pensamiento.

La doble dinámica del impacto

Por momentos, su obra actúa sobre nosotros como erosión; en otros, como atrición.

Su pintura modela y desintegra percepciones previas, despertando en el espectador una respuesta luminosa y fresca, incluso dentro de un clima cultural que suele dudar del futuro de la pintura.

Gracey, sin embargo, reafirma que la pintura aún tiene promesa para el mundo de mañana.

Conclusión

El arte de Gustavo Gracey no solo expresa vida, sino que transforma la percepción misma del observador. Es un cuerpo dinámico, emocional y técnico que demuestra que la pintura sigue siendo un lenguaje vivo, potente y profundamente humano.

Crítico de arte – Jorge Villacorta Chávez

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